jueves, 7 de junio de 2012

Trayectoria de "La Opinión"


Fundar un periódico es una empresa ambiciosa y arriesgada para la cual son necesarios muchos profesionales de diferentes campos: periodistas, redactores, contables, diseñadores... Hace falta también un grupo de inversores que arriesguen cierta cantidad de dinero para que el proyecto eche a andar. Y es fundamental que se imponga una visión de conjunto, una perspectiva que dote de alguna coherencia a la disparidad de caracteres y visiones. El añorado Factual tenía una personalidad poderosa y múltiple, lo que más bien horrorizó a los accionistas, quienes pronto decretaron un cambio de rumbo. El recién nacido Huffington Post parece un proyecto de instituto, apresurado y carente de solidez. Que pierda toda esperanza el que vea el fotomontaje con el que inauguraron.

Hace unos días terminé un libro en el que se narra la truncada historia de La Opinión, mítico periódico argentino fundado a comienzos de los 70 por el carácter inquieto y combativo de Jacobo Timerman. Se trata de La Opinión amordazada, de Abrasha Rotenberg, quien fue testigo del nacimiento del periódico y responsable de buena parte de su andadura. Rotenberg nació en la Unión Soviética y llegó a Buenos Aires con ocho años. En la nutrida comunidad judía de la ciudad conoció a Timerman, con el que hizo buenas migas a pesar de la disparidad de temperamentos. Rotenberg cursó estudios de Economía y se dedicó a la asesoría de empresas pero siempre estuvo vinculado a los proyectos periodísticos en que se embarcaba Timerman. Y surgió la idea de una publicación diaria, moderna y plural, con una postura crítica hacia el gobierno y en la que los artículos apareciesen firmados por sus autores, algo poco común en esa época. Rotenberg quedó encargado de la parte administrativa del proyecto, el cual demostró ser viable con una inversión poco cuantiosa. Encontrados los avales necesarios y reunida una plantilla con lo más granado del periodismo del país, todo estuvo listo para editar el número cero de La Opinión. Y el éxito no se hizo esperar.

Rotenberg se consideraba un mero espectador del trabajo periodístico, un gestor, y por eso su visión de la historia es particularmente interesante. No solo fue testigo de las sacudidas que las críticas del periódico provocaban en políticos y empresarios, con la consiguiente bofetada de respuesta, sino que narra también el día a día de las intimidades del periódico, desde las dificultades para conseguir publicidad hasta los conflictos entre los periodistas y sus superiores. Su carácter templado y pragmático ayudó a resolver muchas crisis internas, especialmente cuando Timerman, preocupado por su seguridad y la de su familia, emigró a Israel. Rotenberg supo entonces reencauzar la línea editorial del periódico, que se había vuelto muy complaciente con las actividades gubernamentales provocando con ello una espantada de periodistas y lectores, dar forma de nuevo a una publicación sólida e independiente y lidiar personalmente con los muchos y poderosos agraviados por el nuevo rumbo. El autor da una visión serena y desmitificada de estos personajes, restándoles interés y carisma. 

Y otra figura se me aparece con tintes algo turbios, tal vez sin proponérselo el autor: la de Jacobo Timerman. Rotenberg destaca a menudo el carácter voluble y polémico de su amigo, su talento a la hora de sacar adelante distintas publicaciones (Primera plana, Confirmado, La Opinión) para abandonarlas en pleno éxito. Era odiado por sus rivales y por los que trabajaban para él. Rotenberg sufrió muchos de sus desplantes: de su postura opositora, La Opinión fue variando mientras Timerman se dejaba acariciar por las invitaciones a codearse con los dirigentes del país. Cuando sintió que su situación y la de su familia peligraban, cedió el mando a Rotenberg sin muchas explicaciones y se fue a Israel. No pudo adaptarse a la tan distinta vida israelí, sin embargo, y volvió a Argentina reclamando su puesto con buenas palabras pero implacablemente. Se aprestaba a cumplir los propios caprichos y descartaba las ideas ajenas. Ascendió a su hijo sin apenas experiencia a un cargo importante al que aspiraba Rotenberg. Y así...

En el convulso clima político de Argentina la violencia era legitimada a menudo por el gobierno y por las guerrillas, pero a mediados de los 70 el número de cadáveres aumentó espeluznantemente. Estar en una lista de unos o de otros, con o sin motivo, podía suponer el secuestro y muerte de una persona. Rotenberg sufrió un atraco en su casa por un grupo asociado a la guerrilla. A partir de entonces se dio cuenta de que la violencia podía caer sobre cualquiera, incluso sobre alguien tan moderado como él. Se mudó con su familia a España (sus hijos son Cecilia y Ariel Rot, por cierto), volviendo regularmente a Buenos Aires para hacerse cargo de los asuntos relacionados con el periódico. Hasta que una visita relámpago de Timerman a Madrid, un verdadero gesto de amistad, le convenció de no volver, pues su vida estaba amenazada. Luego Timerman fue encarcelado y torturado, y La Opinión fue secuestrado por el gobierno.

La Opinión amordazada es un retrato apasionante de aquellos años terribles. El estilo de Rotenberg parece sonreír cuando cuanta las dificultades a la hora de crear un periódico, compesadas ampliamente por el gozo de estar creando algo. Un gozo más que humano.

Abrasha Rotenberg, La Opinión amordazada. La lucha de un periódico bajo la dictadura militar
380 págs
del Taller de Mario Muchnik

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