domingo, 3 de junio de 2012

Descuidos, prisas, vicios y normas de estilo


Procuro leer de vez en cuando libros sobre cuestiones lingüísticas, desde normas de estilo o de puntuación hasta recopilaciones de gazapos e incorrecciones varias. Supone una buena higiene para los aficionados a escribir paridas en blogs: uno se da cuenta de la enorme cantidad de errores, inconsecuencias y moderneces que perpreta en sus párrafos. Cuando me atrevo a releer uno de mis escritos me salta a la cara una serie de pifias constantes: la incorrecta utilización de preposiciones, la adopción acrítica de fórmulas que he leído en otros autores, algunos tics habituales en un momento dado (Twitter es una mina para eso), uso erróneo de algunas palabras... No ayuda el querer ser original, sacrificando a menudo la corrección por el dudoso brillo de la frase. Uno va tomando maneras equivocadas de algunas traducciones, de lo peor del lenguaje periodístico y, sobre todo, de la propia pereza y redacta con ello unos engendros que no hubiesen merecido un 3 en un examen del instituto.

Por todo ello he leído con mucho interés y dando con la cabeza contra la pared las Nuevas normas de estilo, de Mario Muchnik. El veterano editor explica los criterios que rigen en su editorial para que los textos aparezcan en óptimas condiciones, como las exigencias a traductores o correctores. Algunas reglas las aplica por norma, por ejemplo:

"Abortar - Como bien dice el Ombudsman de El País (16/2/1992), abortar es instransitivo, con lo cual la policía jamás abortó, aborta ni abortará un atentado, sino que lo hará abortar".

""Catalanadas" - El imperativo del verbo ir es, en español, ve -y no ves, como con tantísima frecuencia se encuentra en manuscritos españoles made in Cataluña.
Por otra parte, nada cambía sino que cambia, nada es cuasi sino casi, nada vale más que no otra cosa, sino nada vale más que otra cosa.
Hacer cara de cansado, o cara enfadada, o mala cara es catalanismo de pura cepa. La cara no se hace, se tiene o se pone.
Encarecidamente: ¡que nadie encuentre a faltar nada! Que lo eche en falta o que lo eche de menos, vale. Pero que lo encuentre a faltar..."

"Cotizar - No, el dólar nunca cotizará a 0,80€. Es posible que el dólar se cotice a 0,50€, al paso que vamos, y la editorial ahí no puede nada..."

"Detentar, ostentar - Se detenta el poder cuando se lo toma sin derecho (generalmente por la fuerza) y no se lo larga. Quien gana el poder por vías de derecho puede ostentarlo. O, si es persona recatada y modesta, lo ejerce, lo ocupa, etc."

"Plantear - Se plantea un problema pero se propone una solución. Nuca se plantea una solución."

En otras cuestiones Muchnik cede la última palabra al autor, verbigracia en el uso de cantar o cantar a, en los leísmos (tan frecuentes, ay, entre los del norte) o en lo que llama certeramente "retórica idiota": "Nuestro posicionamiento es...", "Concreticemos", "En la mañana de hoy" etc. Por supuesto, algunas de las preferencias de Muchnik son discutibles pero todas son dignas de atención, siendo el resultado de una vida dedicada a la lectura y a la edición. En mi caso, compruebo que me salto a la torera la intransitividad de unos cuantos verbos y la preposición que rigen otros, por mencionar sólo esto. Aunque también es un alivio bastante mezquino comprobar que el maestro no siempre es fiel a sí mismo. Veamos:

"Declive - Un declive es una pendiente, como la de la ladera de una montaña o la de una rampa, cuya característica es que sirve para bajar y para subir. La decadencia de algo (de los Estados Unidos, del género novelístico, de una determinada ideología o de las facultades mentales de un jefe de estado) no es nunca un declive sino una declinación (en su primera acepción, cuya característica es que es de sentido único hacia abajo (y por lo general, dicho sea de paso, irreversible). por lo tanto:
La declinación de la poesía -y nunca, como dice El País en un titular del 22/4/1992 en su página 30, el declive de la poesía;
La declinación del imperio Romano -y nunca su declive".

Mientras que en el apasionante La Opinión amordazada, de Abrasha Rotenberg, editado por del Taller de Mario Muchnik en 2000, me encuentro como a propósito con esto en la página 192:

"También se hallaba en continuo conflicto con sus redactores, quienes le habían quitado su colaboración restándole brillo y calidad al contenido, lo que produjo un imparable declive económico y financiero". [cursivas mías]

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