lunes, 7 de marzo de 2011

Voyeurs: Clouzot y Brisseau

La lámpara del cuerpo es el ojo; 
si tu ojo es limpio, todo tu cuerpo será luminoso. (Mt 6, 22)

No sabría si calificar de limpia la mirada que un artista lanza al mundo con el propósito de escudriñar sus misterios. En el mejor de los casos es una mirada analítica y afilada que escarba en el torbellino de los hechos en busca de causas y relaciones para luego fijarlas en la relativa claridad de una obra artística. En un medio fundamentalmente visual como el cine parece que la cámara recorre con lascivia el objeto filmado, deteniéndose morosamente en él, examinándolo parte a parte, con lentitud. Como recuerda el blog Post-nuclear Bloody Diary, la figura del voyeur ha sido bien atendida en el cine. Y en el cine francés hay dos interesantes películas que, cada una con importantes matices, se deleitan en observar la brillante rotundidad de los cuerpos: La prisonnière (1968), de Henri-Georges Clouzot, y Les anges exterminateurs (2006), de Jean-Claude Brisseau.


El film de Clouzot se abre con la mirada fría y atenta de un hombre que juega con una pequeña muñeca de goma, haciéndola adoptar diversas posturas obscenas. A continuación conocemos a Gilbert y Josée, una pareja muy años 60, liberales dentro de ciertos límites. Gilbert es artista y expone en la galería de Stan, el hombre que al comienzo observaba la muñeca. Un día Josée va a casa de Stan y éste le enseña su colección fotográfica. Entre unas imágenes de diferentes tipos de letra aparece como por error la foto de una mujer atada y arrodillada. Esta imagen conmueve y excita muchísimo a Josée, quien poco a poco va adentrándose en el peculiar mundo erótico de Stan: sesiones de fotos eróticas, dominación amo-esclava... Stan da órdenes y observa con placer la total sumisión de la esclava; Josée, por su parte, se estremece de gusto abandonándose a la voluntad de otro y se deleita en el temblor de la humillación. 

En primer lugar hay que destacar el espléndido trabajo de los protagonistas, un gélido Laurent Terzieff y una tórrida Elisabeth Wiener, quienes llevan a cabo un buen juego de complicidad y contrastes. El paso del mundo cotidiano al turbulento mundo del placer secreto se simboliza por el juego de brillos y colores de la galería de arte. En el piso de Stan, la acumulación snob de todo tipo de obras esconde en los recovecos del mobilario los materiales para las sesiones fotográficas que fascinan y atemorizan a Josée. Stan obtiene su mayor placer de la observación del cumplimiento de sus órdenes, secas y precisas. La cámara fija los instantes clave del rito. Aunque el transcurso de la película, cada vez más moralizante, va pintando de colores oscuros el comportamiento de Stan: no se puede tratar a una persona como una cosa sin caer en cierta inhumanidad, o sin tener cierto componente psicótico dentro de uno.


El film de Brisseau es completamente distinto al de Clouzot, aunque rebosante también de erotismo mirón (si se le puede llamar así). Un director de cine pretende rodar una película con un importante componente erótico. Por ello, en el casting hace interpretar a las actrices las escenas más subidas de tono. Pronto encuentra a las tres candidatas idóneas, dispuestas a realizar delante de las cámaras todas las fantasías del director. Pero el peculiar clima afectivo que se establece entre las actrices y el director, una mezcla de amor y dependencia, acabará por envenenar la relación entre los cuatro. Todo ello está orquestado por dos ángeles (de ahí el título) que, no se sabe por qué, pretenden castigar al director.

Brisseau realizó Les anges exterminateurs después de que su anterior película, Choses secretes (disponible en el muy interesante blog Descomposed) le costara una demanda de una actriz por abusos. Así que esta película refleja en parte lo que le ocurrió a Brisseau en su anterior película por adentrarse en los rincones más oscuros del sexo. Y ciertamente el cineasta pretende exculparse de todo, lastrando con esa vocación martirológica, como bien advierte Jordi Clotas en su blog, buena parte del atractivo del film. La dificultad y riesgo de los castings, el reto de encontrar un reparto adecuado, los caprichos e inseguridades que vuelven una tortura el trabajar con actores (seguro que Fernando Trueba suscribe esta postura: léase su Diccionario de cine), todo ello se retrata con elegancia y convicción. Sin embargo, es poco creíble el angelismo del director. Si, por un lado, actúa de agente provocador del deseo y el arte interpretativo de las actrices, por otro se muestra aparte de todas las pasiones que suscita: las actrices se enamoran entre ellas y de él, se pelean de la misma manera, le toman como protector y como amante inalcanzable, pero él se mantiene respetuoso y atento con ellas y fiel a su mujer. Es decir, todo es culpa de su irresistible magnetismo (¡incluso uno de los ángeles está enamorado de él!), que desata fuerzas que él no puede controlar. Así que su único pecado es despertar la envidia de los dioses, suponemos. Más allá de esto, la película es visualmente brillante, con unas escenas de sexo magníficas.

Dos películas sin desperdicio que reflexionan de maneras muy distintas obre los mecanismos del deseo. La prisonnière se puede descargar en el infaltable blog Arsenevich, que día tras día va levantando una de las mejores colecciones cinematográficas de la red. Les anges exterminateurs se encuentra en Patio de butacas. ¡A disfrutarlas!

2 comentarios:

  1. Fantástico, Álvaro

    Fascinante análisis y especialmente de agradecer la recuperación del film de Clouzot.

    Echa no obstante una ojeada al primer párrafo. No estoy seguro que donde escribes "morosamente" no quisieras realmente escribir "morBosamente".

    Muchas gracias por compartir el texto.

    Un abrazo

    Jordi

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  2. Hola, Jordi, me alegra que te guste mi comentario.

    Echándole un ojo a la palabreja creo recordar que quería decir "morosamente", es decir, que la cámara recorre el objeto con parsimonia deleitosa. Pero el texto admite sin problemas "morbosamente", así que cualquiera puede leerlo así sin torcer su sentido.

    Gracias por tu obervación y por pasarte por aquí.

    Un abrazo.

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