lunes, 17 de enero de 2011

Cabeza creadora: David Lynch

Leyendo el muy completo libro de Quim Casas David Lynch (Cátedra) uno se sorprende de la variedad de palos que toca el director americano: música, pintura, fotografía, diseño de muebles... La creatividad de Lynch se divierte en múltiples direcciones pero siempre con un toque personal, con una recalada en una serie de motivos recurrentes que dan vida y movimiento al original mundo del cineasta. El libro proporciona bibliografía y un detallado repaso a esos rincones menos transitados de su producción.


Pero lo que atraerá sin duda al lector es el amplio análisis de la obra audiovisual del director, tanto las películas como las series. Desde Cabeza borradora (1977) hasta la descomunal Inland Empire (2006), Casas ofrece una detallada descripción del argumento y la ficha técnica de las películas, además de claves para entender las enrevesadas tramas de Lynch. El mayor defecto que le veo al libro  es una cierta perspectiva de fan, esto es, una carencia de distancia crítica con la que sacar los posibles defectos de las películas. Pero es, insisto, un libro estupendo y muy aguijador para zambullirse en el mundo de Lynch. Muy interesantes son las páginas dedicadas a sus cortos o a las series que realizó, aparte de Twin Peaks: Hotel Room y En el aire, por cuanto revelan aspectos menos conocidos de su trabajo (hablo desde mi experiencia, tal vez los más adictos a las series de tv sí las conozcan).



Desde el comienzo, el trabajo de David Lynch se caracteriza por su materialidad, por su atención fija a las texturas extrañas, las rugosidades, los ruidos de fondo, por su registro de las percepciones periféricas de los sentidos. De ahí su preferencia por los freaks, los seres marcados por un estigma que les hace llevar una vida muy alejada del american way of life que tan a menudo parodia en sus películas. Uno de sus temas favoritos es precisamente el lado oscuro que se esconde tras el típico paisaje urbano: seres marginales sujetos a sus pulsiones más oscuras, violencia frecuente y desmedida, violaciones, fetichismo, el sexo como forma de crueldad... Más allá de los barrios residenciales, de los chalets unifamiliares, de los céspedes recién segados, del chico repartiendo periódicos y del camión de los helados, hay un paisaje industrial desolado y ruidoso en el que la vida toma una forma extravagante y salvaje.




Fundamental en las películas de Lynch es el trabajo del compositor que ha ayudado a que tengan su atmósfera característica: Angelo Badalamenti. Su talento y versatilidad se ajustan como un guante a la diversidad de registros del director. Es más, Lynch ha confesado que escuchando las partituras de su colaborador y amigo se le ha ocurrido más de una idea para sus filmes. Lynch destaca también en el hallazgo de actrices, la mayoría de las cuales tuvieron poca fortuna una vez se alejaron de la órbita del director. Es el caso de Isabella Rossellini, de Lara Flynn Boyle, de Laura Elena Harring... Entre las que mejor supieron aprovechar el empuje que les supuso la colaboración con Lynch está Naomi Watts, habitual en la cartelera hoy día. Y entre los actores hay que destacar, por supuesto, al estupendo Kyle MacLachlan.




La carrera de Lynch es un buen ejemplo de cómo lograr una obra personal pese a presiones de toda índole. Lynch es un artista como los que aceptaban encargos en siglos pasados: aceptaban el encargo y las condiciones, y con todo y con ello marcaban la obra con un sello profundamente personal. Las limitaciones impuestas eran un acicate para la creatividad, no una tara a la sacrosanta libertad creativa. El director americano ha obviado cualquier facilidad narrativa y se ha decantado por las tramas que dejen espacio para ser completadas por la imaginación del espectador. Para introducirse en su obra yo recomendaría sus obras más populares (soy poco original): Terciopelo azul y Twin Peaks, poniendo todas las salvedades que se quiera a esta última por su deriva errática. Lo cual no quita que al menos hasta la mitad de la serie (cuando se captura al asesino de Laura Palmer) sea adictiva en grado sumo, y a ratos magistral. Pero para el que quiera más información, que se sumerja en el muy documentado libro de Quim Casas. No tiene desperdicio.

David Lynch, por Quim Casas
449 págs
Signo e Imagen /Cineastas
Editorial Cátedra

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