viernes, 7 de mayo de 2010

Bodegón

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La relación primaria de un ser humano con un animal es siempre la de depredador. Una vez aplacada el hambre, el hombre puede permitirse otro tipo de relaciones, como la del uso de animales como bestias de carga o, en un nivel más sutil, como mascota. Es cierto que sólo cubriendo las necesidades básicas puede el hombre dedicarse a filosofar. Esta reflexión me ha venido a la cabeza contemplando el soberbio cuadro de Antonio López, Conejo desollado (1972).


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