martes, 20 de octubre de 2009

Pasión ardiente


Dedicado a Guel, ¡por el Churchill!

a
Querido S.:

El rito de entrar en un estanco y comprar un puro es completamente diferente al de adquirir cigarrillos. Un fumador de cigarrillos es siempre fiel a su marca, mientras que los fumadores de puros son gozosamente infieles. En los estancos existen diferentes cavas de puros: hay habitaciones enteras a la temperatura adecuada en las que se puede deambular como un niño en una juguetería, o también hay humidores en forma de vitrina en los que se observa a los puros desde una distancia prudencial. Una vez elegido el oscuro (o tostado) objeto de deseo, queda buscar un lugar agradable donde a ser posible (aunque esto va con el gusto de cada uno) puedan servirte un buen coñac y un café negro como mi alma. Luego procederemos al delicado ritual del encendido: guillotinar el puro a la altura adecuada, sin pasarse, y prenderlo poco a poco, con una cerilla larga o un trozo de cedro. Y a gozar.


Un auténtico gozo ha sido leer un manual de buena prosa, de abundante información sobre la historia del tabaco y sus usos, y de la manera en que las diferentes formas de ese vicio han aparecido en la literatura y el cine. Me estoy refiriendo a Puro humo, de Guillermo Cabrera Infante. Publicado originalmente en inglés como Holy Smoke, el libro recibió excelentes críticas, sumándose el autor al exiguo grupo de autores (Nabokov, Brodsky, Vizinczey, Cioran…) que han logrado con éxito el salto a otro idioma.

Cabrera Infante comienza con los españoles desembarcando en Cuba y la alucinante constatación de Rodrigo de Jerez de que había hombres-chimenea. Desde entonces el tabaco ha ido cambiando de forma (puro, cigarrillo, rapé…) y ha sorteado con mayor o menor fortuna las iras de sus inquisidores. El autor ofrece un erudito muestrario de las modas y los ritos sociales y culturales a los que el tabaco ha ahumado. También encontramos en el libro un detallado recorrido por las tierras en las que se cultiva la hoja del tabaco y las diferentes vitolas y marcas, desde los insuperables habanos hasta los extraordinarios puros filipinos y canarios. El libro finaliza con una antología erudita de libros en los que se han comentado los méritos del puro, de Daniel Defoe a Faulkner.


La prosa de Cabrera Infante abunda, como siempre, en citas, paráfrasis, puns, retruécanos, homenajes varios, y al fin una enorme erudición. Es un auténtico placer adentrarse en los meandros de la prosa torrencial y barroca del autor cubano y, a la vez, fumarse un puro. Y luego contarlo.


Un libro imprescindible para los amantes de los puros y de la buena literatura. Me permito recomendarte el que se ha convertido en mi opción privilegiada a la hora de fumar (cuando puedo permitírmelo): el Romeo & Julieta Churchill. Un puro enorme (17’8cm) con un sabor medio, en su justa medida. El mejor compañero en las sobremesas. Con esto y Fanfare for the Common Man, de Aaron Copland (que creo es la música que aparece al final de algunos capítulos de Hermanos de sangre) te dejo.



Un abrazo,

Á.

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