viernes, 9 de octubre de 2009

La intención es lo que cuenta

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Los premios de toda laya sirven para destacar a alguien o algo por sus méritos en una actividad específica. Desde siempre se han prestado a manipulaciones, sectarismos e, incluso, a la pura ignorancia. Para más inri, ven aumentada su celebridad cuanto mayor es su cuantía económica. Los premios Nobel son probablemente los premios más célebres del mundo precisamente por lo abultado de su cheque, lo que les sitúa además en el blanco de todas las miradas a la hora de su fallo. Es comprensible que los académicos suecos cedan a la sugestión de la imagen y al poder arrollador de la fama. No se puede entender de otra manera la concesión del Nobel de la Paz a Barack Obama.


Sin haber cumplido ni un año de mandato, el presidente de los EEUU ha destacado, sin duda. Ha destacado por no haber cejado ni un segundo en la construcción de una imagen moderna, liberal y reformadora que encandila al sector de mejor corazón de la población estadounidense y mundial. No ha salido barata tal representación: en la campaña a la presidencia Obama fundió el doble de presupuesto que McCain, su rival. Los publicistas que contrató esgrimieron como eslogan una frase tan pegadiza como hueca: yes, we can. Ser el potencial primer-presidente-negro ayudó bastante. Todo ello dió como resultado un éxito tan arrollador como previsible. El triunfo absoluto del márketin. No se me interprete mal: no dudo que Obama pretenda cambiar todo lo que dice. Al contrario, estoy seguro de ello. Es sólo que aún no ha resuelto la inconmensurable distancia entre las intenciones y los hechos. El bloque de mármol es una Pietà en potencia, pero sólo Miguel Ángel logra realizarla en acto, atendiendo a la terminología aristotélica. Obama es pura potencia, pero la tozudez de la realidad impide normalmente su plena consumación en actos.

El jurado del Nobel ha premiado la creación de "un nuevo clima en la política internacional". Las palabras de Obama tienen, al parecer, un sorprendente poder performativo que las hace realizarse ipso facto: si habla de un mundo sin armas nucleares, éstas desaparecen como por ensalmo. Si tercia en la resolución de un conflicto, tal problema se resuelve como una suma con una calculadora. Le vamos a llamar Gandalf el Negro. En España tenemos a su colega ZP, también especialista en la pronunciación de conjuros y palabras mágicas varias.


El Nobel ha premiado la charlatanería y el poder de la publicidad. Y a nosotros sólo nos queda el tedio.

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